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HISTORIAS DE LOS NEGROS LITERARIOS :

 

 

Escritores fantasmas y negros literarios

Alejandro Gamero / Lapiedradesisifo.com

Día 13/08/2013

 

 

           La historia de la literatura es en realidad muchas historias de la literatura. Primero está la oficial, la que nos cuentan en las escuelas y nos repiten en institutos y universidades. Después están las menos conocidas, la cara B, la de los marginales y los autores de segunda y tercera fila. Desde el humor, el Manual de literatura para caníbales de Rafael Reig es un buen ejemplo de esta última. Y, por último, está la historia de la literatura que no se cuenta, o que apenas se cuenta, bien porque no se sabe, porque no conviene que se sepa o porque no queda bien decirlo. Esta historia pertenece por derecho propio a los conocidos como escritores fantasmas o negros literarios.

   El término de «escritor fantasma» proviene del inglés gosthwriter y se utiliza para designar a aquellos escritores que trabajan en la sombra, por encargo para otras personas y que no firman sus textos ni se les reconoce como sus legítimos autores. Será el cliente, en cualquier caso, el que gestionará los derechos de autor y el que decida a nombre de quién irá el trabajo. El término de «negro», que a pesar de ser menos políticamente correcto es el usado en español para referirse a este fenómeno, proviene del francés. Según señalan los críticos Michel Lafon y Benoît Peeters en Escribir en colaboración fue usado en 1845 por Eugène de Mirecourt para desprestigiar a Alejandro Dumas padre.

   Esto es algo que se ha venido haciendo toda la vida. Si nos ponemos puristas se puede decir que Homero los tuvo. Pero hoy en día, en una sociedad en la que se ha puesto de moda que cualquier persona medianamente reconocida publique por lo menos un libro, se hace más que nunca y se ha terminado institucionalizando. En Internet existen innumerables empresas dedicadas a la escritura fantasma que ofrecen sus servicios por una módica cantidad. A pesar de ser completamente legales existe en torno a ellas un cierto aire de ilegalidad, y es que el tema de los escritores fantasma es uno de los grandes tabúes de la literatura. Muchos los consideran mercenarios del mundo editorial, para otros es un pobre desgraciado del que se aprovechan y al que explotan y los hay que consideran que, al venderse, suelen hacer un trabajo malo o mediocre ‒cuando la verdad es que necesitan tener una cantidad de registros que cualquier escritor no es capaz de mantener‒.

 

 

 

Sinclair Lewis

   ¿Hasta qué punto es legítimo presentar el trabajo de otra persona como si lo hubiera escrito uno mismo? ¿No es eso engañar al lector? Uno de las ideas que ha avivado este debate es la imagen del escritor apócrifo haciéndose famoso a costa de los bestsellers del escritor con talento. Pero no hay que pensar en los escritores fantasmas como autores de obras literarias exclusivamente. Su labor abarca todo tipo de textos: memorias, biografías, ensayos, monografías, guiones, tesis, materiales académicos de distintas disciplinas, textos empresariales o de organizaciones sociales, políticas, sindicales, discursos, etc. A diferencia de lo que mucha gente piensa, escribir no es un oficio sencillo y no todo el mundo está capacitado para hacerlo. Que un deportista, por ejemplo, tenga buenas ideas no implica necesariamente que sepa plasmarlas en papel. ¿Por qué no contratar en ese caso a alguien que tiene habilidad y experiencia? El tenista Maurice McLoughlin no tenía ni idea de cómo escribir un libro y recurrió a Sinclair Lewis, que años después ganaría el premio Nobel de Literatura.

 

 

 

Shakespeare

   Ni siquiera el grandísimo Shakespeare se libra de la sospecha de haber usado un negro literario. Existe una teoría bastante sólida que apunta la posibilidad de que las obras de Shakespeare las escribiera Christopher Marlowe. La muerte de Marlowe estuvo rodeada de bastante misterio y se sospecha que pudo ser un montaje para hacer desaparecer al polémico escritor. Las primeras obras conocidas de Shakespeare datan del mismo año en que murió Marlowe. Calvin Hoffman ha encontrado similitudes casi literales en versos de ambos autores.

 

 

 

Molière

   Algo casi idéntico ocurre entre Molière y Corneille. El escritor francés Pierre Louÿs publicó en 1919 en la revista literaria Comédia un artículo titulado «Molière es una obra maestra de Pierre Corneille» donde defendía que Corneille era el negro literario de Molière. De la biografía de Molière sabemos que en 1658 visitó Ruan, la ciudad natal de Corneille, y al año siguiente escribió su primer gran éxito, Las preciosas ridículas ‒sus primeras obras habían pasado sin pena ni gloria‒. De hecho, ambos autores llegaron a colaborar. Aunque esta teoría ha suscitado bastantes críticas y se había descartado, Dominique Labbé la volvió a retomar en 2003 con un estudio estadístico de ambos autores. Según Labbé no hay ninguna duda de que la obra de Molière posterior a 1959 la escribió Corneille.

 

 

 

Alejandro Dumas

   ¿Qué motivos pueden llevar a un escritor a utilizar a otro escritor? Hay escritores que publican tantoque la única forma que tienen de seguir manteniendo el ritmo es echar mano de colaboradores para que les ayuden, o incluso les escriban las novelas completas. El caso más conocido fue precisamente el de Alejandro Dumas padre, que llegó a tener unos 76 negros literarios. Dumas recogía datos, trazaba esquemas y esbozaba tramas, pero eran los negros los que escribían. Existen varias anécdotas al respecto. Se cuenta que en una ocasión le preguntó al hijo: «¿Has leído mi nueva novela?». A lo que el hijo contestó: «No, ¿y tú?».

 

 

 

Auguste Maquet

    El más famoso de todos los escritores fantasmas de Dumas fue Auguste Maquet. Y es que Maquet colaboró con Dumas en la elaboración de las novelas más famosas del escritor francés: Los tres mosqueteros, Veinte años después, El vizconde de Bragelonne y El conde de Montecristo. Maquet se hacía la investigación histórica y elaboraba un primer borrador de la novela; luego se lo entregaba a Dumas para que lo corrigiera, aumentara, adornara y, en defintiva, la diera el toque final. Maquet acabó poniendo una demanda a Dumas para que le pagara una cantidad de dinero mayor y para que su nombre apareciera en la portada de los libros como coautor. Finalmente, tras varios años, la sentencia condenó a Dumas a pagar a Maquet una considerable cantidad, pero la autoría de las novelas se mantendría a nombre de Dumas. Cuando se separaron ambos acabaron perdiendo: Maquet intentó lograr el éxito por su cuenta pero no lo consiguió y la obra de Dumas cayó en declive.

 

 

 

Edward Stratemeyer

   Más o menos lo mismo que a Dumas le pasó a Edward Stratemeyer. Este escritor empezó su carrera como negro literario escribiendo novelitas baratas. Con el paso del tiempo llegó a fundar el Sindicato Stratemeyer, donde él mismo estaba al mando de una gran cantidad de editores, publicistas, taquígrafos, coautores y secretarios. Stratemeyer llegó a publicar hasta 1300 libros a lo largo de su vida, muchos firmados con pseudónimos colectivos. La colección de Nancy Drew estaba firmada por Carolyn Keene y la de Tom Swift por Victor Appleton

 

Robert Ludlum

   Otro de los motivos que pueden llevar a una editorial a contratar los servicios de un escritor fantasma es la muerte repentina de un autor de éxito, sobre todo si se encontraba trabajando en un libro o en una saga. Virginia Cleo Andrews falleció en 1986 mientras trabajaba en su novela Jardín sombrío. Tras su muerte la editorial contrató a Andrew Niederman para que terminara la novela. El libro apareció firmado exclusivamente por Andrews. Lo mismo ocurrió con Robert Ludlum que, tras su muerte en 2001, dejó una gran cantidad de manuscritos y materiales que se ha ido publicando con ayuda de varios negros pero siempre bajo el nombre de Ludlum

Lovecraft

   Muchas veces los escritores empiezan siendo negros literarios y acaban catapultados al éxito, como Paul Auster o Larry McMurtry. Y como Lovecraft, que llegó a convertirse en el negro literario de, entre otros, el ilusionista y escapista Harry Houdini. En 1924 la revista Weird Tales, en la que Lovecraft publicaba relatos, no pasaba por sus mejores momentos. A J.C. Henneberger, su fundador, se le ocurrió que una firma conocida podría darle un buen empujón a la revista y pensó en Houdini. En principio pactaron una columna mensual titulada «Pregúntale a Houdini» y dos relatos. Houdini aceptó, pero dejó bien claro que él no podría escribir los relatos porque no era buen escritor. Henneberger le contestó que no había problema, que conocía a un joven escritor que podría escribir los relatos por encargo. Aquí es donde entra en escena Lovecraft, que por 100 dólares escribió un cuento titulado «Bajo las pirámides», más tarde reescrito y rebautizado como «Preso entre faraones». Houdini volvió a ponerse en contacto con Lovecraft para hacer nuevas colaboraciones pero la muerte del mago no las hizo posibles. No fue esta la única ocasión en que Lovecraft ejerció de negro literario. También lo hizo para el escritor Zealia Bishop.

 

 

 

 

Scott Westerfeld

   No es fácil que un escritor fantasma dé la cara. Al fin y al cabo su trabajo no se les reconoce oficialmente y viven de la discreción. Scott Westerfeld es un escritor con una carrera bastante sólida y varios premios a sus espaldas, entre ellos el Premio Philip K. Dick, que ofrece sus servicios como negro literario. En uno de sus artículos confiesa con bastante humor haber sido el fantasma literario de fantasmas literarios: «He escrito para autores conocidos, para celebridades, e incluso para otros escritores fantasmas que se encontraban saturados de trabajo. He sido un fantasma de fantasma. He escrito novelas de suspenso legal, ficción histórica, misterios, e incluso de terror ‒es decir, las historias de fantasmas‒. Pero mi nombre no aparece en las portadas de los libros, ni en la página de copyright, ni tampoco puede ser encontrado mediante la consulta de la Biblioteca del Congreso. Mi invisibilidad es completa excepto en un contrato, un documento que se guarda bajo llave. A veces, incluso los editores no saben que existo».

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